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Cea. Civitatem Mirificam

El primer apelativo conocido que recibe la villa es "civitatem mirificam", el autor que nos legó tal descripción fue el humilde obispo Sampirus, calígrafo en la escuela monacal del Cluny hispano, primer cronista medieval conocido, merino, mayordomo y notario real, que terminaba rubricando sus escritos con el rotundo verbo "pecator", es seguro que la conocía y en sus propias palabras le maravilló, otros lugares referidos en la crónica no merecieron semejantes halagos y tuvo una existencia agitada, plena de vivencias y lugares que le llevaría desde la deslumbrante Medina Azahara, en las negociaciones con la Córdoba Califal de Abderramán III, la de las setenta bibliotecas y ochenta mil comercios, tras la Campaña del Supremo Poder y la impensable victoria de Ramiro en Simancas; hasta la espantada conventual de los monjes negros a Zamora tras las aceifas de Almanzor en el llamado siglo de__hierro; encumbrado a la sede episcopal por Sancho El Mayor, terminará sus días destituido por su hijo Fernando; allá van leyes, donde quieren reyes.

La crónica se redactó siglo y medio con posterioridad a los hechos que refiere, y en ese instante todavía despertaba la admiración que reflejaron los momentos iniciales de repoblación y reordenación del territorio, lo que atrajo aventureros y gente armada de la más diversa condición. La imagen que debió tener con su castello de christianos al norte, el castillo de iudeos al sur, en medio el puente romano y entre ambos chopos, álamos, fresnos, sauces, olmos, juncos y espadañas, brezos, jaras y retama, bordeando las riberas de un río a cuya corriente se adaptó, otorgándole hasta el nombre, creando un oasis de agua en estos campos de dura estepa, junto a un abigarrado conjunto de calles, casas, hospitales, regios palacios, iglesias tuvo seis, cenobios, palomares, todo ello abrazado y protegido por una recia muralla a cuyos cimientos, aún visibles un milenio después, se aproximarían nutrias, garzas, grullas, perdices, conejos y ciervos, lobos y tejones, paisaje sin duda evocador del mejor romance del mester de juglaría o como dijo la Pícara Justina: …una villa llana como la palma, no de la mano, sino de las que llevan dátiles.

A través de Bizancio nos llegaron "De septem mundi miraculis", termino acuñado en el siglo III a.C., después de la apertura que supuso para Occidente las deslumbrantes conquistas de Alejandro, cambiaron el mundo, antes de él sólo había tribus después todo parecía posible (A. Hopkins), perduraron por referencias, la inmensa mayoría jamás las contempló, llegaron hasta nosotros en parte por el mito creado en torno al número "siete"; sagrado en muchas civilizaciones; los siete días de la semana, las siete notas musicales, los siete colores del arco iris, las siete fases de la luna, los siete pecados capitales, las siete vacas flacas….. y como nos dejó Heródoto " para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres, y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras ", Antípatro de Sidón las reunió en un poema de ocho líneas, El muro de la áspera Babilonia, por donde marchan los carros, y este Zeus a orillas del Alfeo los contemplé, como los jardines colgantes y el coloso de Helios, y el inmenso trabajo de las elevadas pirámides y la tumba gigantesca de Mausolo; pero cuando divisé el templo de Artemisa que se alza hasta las nubes, las otras maravillas fueron eclipsadas y dije: aparte de en el Olimpo, el Sol nunca pareció tan grande.

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