Recopilación extractos II
Un eco diferente:
Un eco diferente transmitía aquella mirada, un amago de intimidad. Él, tan inocente, tan débil, jugaba cada tarde en torno a mí. En aquella cárcel de piedra que había conseguido en mi agudizar uno de mis peores defectos, la templanza. Seguía sus movimientos con cada visita.
Sentía algo en él, percibía que podía escuchar mi presencia. Yo, aquel que siglos atrás había creado y quebrado imperios, sembrado y desgarrado emociones, segado y dilapidado almas. Ahora, presa de infortunios, padecía mis días encarcelado a la vista de todos. Afortunadamente el tiempo corría a mi favor, y la ignorancia, galopante en las masas, me brindaba esperanza de libertad. Tal vez aquel chico...
Bajo el manto del invierno y el susurro de la noche, Él, me miró y me brindó unos segundos de oportunidad. Déjame entrar chico, déjame entrar chico, sólo quiero decirte algo. Sólo quiero susurrarte una frase, conservarás siempre decisión. Déjame entrar chico, solo déjame entrar y brindarte un pacto.
Personaje:
Se peleaba con el cielo si no le gustaba su tono de azul. Se zafaba de la vida por quejarse de haber nacido en esta época. Era imbécil pero luchaba, era listo pero fallaba. Era pura hipocresía, era puro personaje.
Origen:
En el origen, todo fue severo y rudo. Un mar de rocas inundaron la tierra. Mareas de cordilleras azotaron las mesetas durante milenios. La piedra reinaba, sólida era su época, firme se erigía frente al tiempo.
Una brizna de vida afloró entre las más débiles, pues el vaivén de las estaciones amedrentaba a cualquiera. Se atisbaba un cambio de líder y el verde no tardó en colonizar hasta el punto más inhóspito de la tierra. Era tiempo de naturaleza y vida, la flexibilidad frente a la frágil solidez se impuso sin demora. Morir y renacer en cada estación, aunque trágico, era más efectivo que permanecer inmovil frente al tiempo. De esta forma se mantuvo el equilibrio de este pequeño planeta hasta la llegada del nuevo líder.
Como la venida del mesías, o de lucifer, el humano se impuso en un abrir y cerrar de soles. A ninguno de nuestros dos protagonistas les dio tiempo a actuar, y dejaron de ser un actor principal en este equilibrio. Pasaron a vivir juntos el ir y venir de las estaciones, pero ahora ya no eran ellos quienes decidían sus futuros y el de su planeta. Ahora el nuevo Dios que encarnaba flexibilidad y fuerza marcaba el ritmo. Su perfecta armonía le brindaba la oportunidad de una nueva era, claro está, si era capaz de mantener ese costoso equilibrio.
El templo:
Se giró alterado al escuchar de su siervo la noticia de la construcción de un nuevo gran templo. ¿Cómo osaban, los mundanos humanos, a pretenderse capaces de construir la morada para él, el dios de dioses? ¿Acaso no se percataban de que materiales tan vulgares como la piedra y el vidrio no eran dignos para un ser superior?
Olvidó rápidamente estos pensamientos pues eran diarias las noticias de nuevas catedrales en esa época y estaba harto acostumbrado. Pero esta vez el siervo insistió de más, y la miró.
Sus agujas le enmudecieron. Los ángeles de piedra tomaron vida y subieron a los cielos. La catedral de Milán osaba tocar el cielo y por ahora había conseguido asombrar a un Dios.